5 de noviembre de 2007
Vaho
empañando los cristales con acordes de Tom Waits.
En el humo de la noche tu cuerpo se desnudaba
y rodaban por el suelo las fronteras de tu piel...
24 de junio de 2007
No estás
Se lo qué he hecho mal, que me puede mi mal genio, esas ganas de que te gires y dejes de lado ese enorme orgullo que me come viva cuando sale a flote.
No hay nada peor que vivir en la ignorancia... de tí, de tu mundo.
Te busqué en los bancos, en los andenes del metro, en esa máquina dónde juegas al tenis, en la pantalla de mi móvil, en las decenas de fotografías que tengo, en los recuerdos, en cada uno de las granos de arena que me trajiste de la playa hace más de un año. Y es que no sé dónde demonios estás. Soy incapaz de llamar a tu casa, de preguntar por tí porque ni ellos saben quién soy. No yo tampoco lo sé.
3 de junio de 2007
Historias (I)
¿Por qué ese hombre sabía mi nombre, mi identidad? Demasiados interrogantes para un único y simple nombre.
Eran las siete y media de la mañana cuando salí del portal de casa rumbo a la abrumadora rutina que cada día me esperaba a unas cuantas estaciones de metro. El suelo estaba húmedo y una fina lámina de hielo cubría tímidamente los coches.
Exhalé un poco de aire y diminutas volutas de vaho salieron de mi boca mezclándose con el frío aire que me envolvía. Ninguna sombra me acompañaba en el corto trayecto hasta el metro, tan sólo algunos escalofríos que hacían temblar mi cuerpo cubierto por decenas de capas de ropa.
Me adentré en el interior de la tierra, bajé escaleras y más escaleras sin encontrarme con nadie hasta que llegué al andén. Varias figuras llenaban el estrecho corredor, cada una de ellas perdidas en sus propios pensamientos: unos bostezando y maldiciendo el comienzo del día, otros inmersos en melodías de canciones que despiertan no sólo el cuerpo sino también el alma, otros con los ojos clavados en cualquier baldosín del suelo... y así todos los días; observando uno a uno cada persona que dejaba tras de mí, imaginando quiénes eran, qué pensaban en esos instantes, qué soñaron anoche...
Dos minutos, según el letrero luminoso, faltaban para la llegada del tren. Me senté en el penúltimo banco y saqué un libro del bolso. Mientras leía me sentí observada, levanté la vista y mis ojos se cruzaron con una mirada brillante y color esmeralda que fue dulcemente sostenida y dirigida a mis ojos hasta que yo la esquivé bruscamente, puesto que un leve color encarnado tintó mis hasta entonces pálidas mejillas. Continué inmersa en las líneas de aquel libro, entremezclándome con ese personaje ficticio que tanto me recordaba a un antiguo amor y que me permitía evadirme por algunos momentos del insoportable bullicio que me rodeaba.
A lo lejos se oía el chirrido del tren, cada vez más cercano, y todos, al unísono, nos levantamos para acercarnos aún más a las vías. Aquel hombre continuaba mirándome, pero esta vez de reojo; no me gustaba esa sensación y más cuándo se aproximó a mí rozándome el brazo. Deseé que las puertas se abrieran en ese mismo instante, y así fue; el pitido que avisaba el cierre de las puertas terminó por despertame completamente. Respiré hondo, aliviada por una vez de estar rodeada de rostros desconocidos. ¿Dónde estaba?...
Levanté varias veces la cabeza para buscarle, incluso me puse de puntillas para mirar más allá; sin rastro de él. Me sentí seducida por esa profunda mirada, tan sólo recordaba eso, tan siquiera llegué a fijarme en las líneas de su rostro.
Los minutos se me antojaron horas y los empujones me impedían acercarme a la puerta para intentar respirar y despejarme las ideas. Cuatro estaciones dejé a mi espalda, abrí la puerta y una inmensa marea humana me llevaba hacia las escaleras mecánicas sin necesidad de mover mis dos pies, la corriente lo hacía por ellos. Me coloqué a la derecha, mientras veía subir aceleradamente hombres enfundados en oscuros trajes, niños con pesadas mochilas, mujeres dando los últimos retoques a su maquillaje... el mundo seguía girando a gran velocidad, seguía vivo. Mientras observaba todo ser viviente, giré instintivamente la cabeza y ahí estaba; el hombre de ojos color hierba fresca, recién cortada. Una amplia sonrisa se dibujaba en su bronceada cara, sus dientes blancos parecían perlas sacadas de lo más profundo del oceáno; era joven aunque con un gesto melancólico en esos ojos. Sacudí la cabeza y paré de observarle; continué caminando por aquellos pasillos que tanto conocía, sucios, oscuros... y de fondo esa voz que susurraba canciones de Silvio Rodríguez mañana tras mañana.
Tan sólo faltaba una escalera para salir a la superficie, para respirar un aire cargado de humos, de olores, de rutina. Un mano me asió por el brazo y tiró suavemente de mí. Entorné los ojos y ahí estaba, petrificado, con un gesto serio y temblando.
- ¿Leíste ayer el periódico? - su voz era cálida, nada que ver con ese gesto frío y distante que aparentaba poseer.
- ¿Cu-cu-cuál? - la voz me empezaba a fallar.
- El País, en uno de los suplementos. Esa sección de: Te ví...
- Sí, lo leí. Me encanta esa sección... y más cuando aparece mi nombre escrito. - dije mientras una media sonrisa aperecía en mi cara.
- Fuí yo quién escribió aquello, vamos, quién lo envió a la redacción del periódico. Sé que siempre lees ese suplemento, sé cómo te llamas... - un incómodo silencio se asentó entre ambos. - Llevo observándote algunas semanas, un día te ví con El País... y, ¿qué mejor idea que darte una sorpresa?
- ¡Y menuda sorpresa! - dije irónicamente. - El viernes, cuando salí de casa, subí a la otra boca de metro porque dentro hay un quiosco de prensa y lo compré. Me senté en el mismo banco en el que me siento todas las mañanas desde hace seis años, y abrí el periódico por esa sección. - hice una pausa. - Me gusta leer esos mensajes: alguien que quedó sorprendido por los ojos de otra persona, alguien que observando más de la cuenta se fijó en un gesto, en un rostro y quedó prendido de algo... siempre imaginé que eso era imposible, que nunca me pasaría a mí; hasta que aparecó mi nombre y una brevísima descripción... ese mismo día, a esa hora yo estaba ahí, en esa estación de tren, leyendo ese libro con el mismo título que pusiste en el mensaje. - suspiré, tratando de recuperar el aire que gasté cuando hablaba deprisa, sin pensar. -
Eran las ocho y cinco, si no me daba prisa llegaría tarde a clase. Él notó mi impaciencia aunque intenté ocultarla.
- ¿Tienes que marcharte, verdad?
- Sí... en diez minutos empiezo las clases... ¿Tienes pensado hacer algo ahora? - me arrepentí de haber formulado aquella estúpida pregunta.
Él sonrió.
- Debería ir al instituto - miró su reloj - aunque ya llego tarde a la primera clase. ¿Tomamos un café?
No supe que contestar, era un completo desconocido, aunque el hecho de que lo fuera me atrajo aún más. Acepté ese café.
Subimos las escaleras que llevaban hasta la calle, en silencio, mirándonos de reojo. Yo temblaba, no sabía qué preguntar. ¿Cómo se llamaría? ¿Cuándo me vió por primera vez? ¿Qué vió en alguien como yo?... Estaría ciego, nunca entendí por qué había personas que se fijaban en mí.
Mi nombre en el periódico, por segunda vez... la primera fue una broma infantil de un viejo amigo; pero esta vez era real, alguien que no conocía intentaba conocerme mientras, sentado o de pie, me miraba con, al menos, un mínimo de atención.
- Odio los silencios. - dijo él sin más- Voy a llevarte a otro lugar, un lugar donde sirven el mejor café de Madrid, pero tenemos que volver bajo este suelo que estamos los dos pisando, ¿te parece?
- De acuerdo. - sonreí - Me gustan las huidas y más cuando no se planean. ¿Sabes qué? Podríamos ir al fin del mundo tras ese café. - dije con tono burlón.
Dimos media vuelta y nos metimos en el metro, decenas de personas iban en nuestra contra, salían a toda prisa, deseando tener sobre sus cabezas no una ciudad entera, sino el cielo.
2 de mayo de 2007
Princesas
27 de marzo de 2007
Amar - amor
19 de marzo de 2007
Será
que en este vagón no sale el sol,
que ayer no llamaste por teléfono.
Será que es temprano y no quiero ir al trabajo,
será que tu olor nunca llega hasta aquí abajo,
serán tus retrasos.
Será que este contrato temporal no entiende
de tardes de cine, de huidas por Madrid
ni de amaneceres entre sábanas.
Será que hace frío y me duele saber
que no eres hoy mi manta,
será que aún no vives conmigo
en aquella casa de paredes de colores.
Será la rabia, que cierra mis puños,
que deja mis sienes repletas de nubes,
Será que el reloj me duele.
13 de marzo de 2007
De ti
De ti,
tu mirada, tu ironía
tu siete de la suerte, tus heridas.
Tus nubes sobrevolando mi vida
tus pasos, mis errores, tus abrazos.
De ti,
los domingos por la tarde
la sensación de ser mejor que nadie;
el último eslabón de tu cadena,
los besos entre platos de la cena.
Ya no sé cómo decirte
cuánto me llenas
ojalá que este sueño real
valga la pena.
11 de marzo de 2007
Siempre
Siempre hay una voz agorera que te pronostica el fracaso, alguien que te recomienda que pares en tu empeño, que incluso juzga ridículo tu deseo, quien duda de ti y desconfía de tu capacidad. El problema es que ese alguien sueles ser tú mismo.
Bebo el agua que viene conmigo,
estoy estancado en tu reflejo.
Solamente de ti, gota a gota,
solamente de ti, veneno y sed.
Llegaré solo hasta el umbral.
¡Qué puedo perder!
Me atreveré, cuento un paso más.
No soy como tú.
A un minuto de ti, voy detrás de ti.
A un minuto de ti, te seguiré.
9 de marzo de 2007
Caiste del cielo
Lejos, en las costas de la isla del tesoro, alguien vuelve a naufragar...
28 de febrero de 2007
Planes
25 de febrero de 2007
Como hablar
si no encuentro la palabra exacta, como hablar.
¿Cómo decirte que me has ganado poquito a poco?
Tú que llegarte por casualidad..
22 de febrero de 2007
Soledad y dependencia
Quizás esas noches en la cama, mirando a un oscuro techo y tapada con el edredón no son más que decenas de lágrimas que creen intuir una soledad al otro lado de la realidad. Y es que creo que no he nacido para estar sola en este mundo.
En un momento dado alguien te agarra del brazo cuando estás a la deriva; encontrando un lugar. Tu lugar. Y desde ese mismo instante crees, por dentro y en silencio, que le debes la vida. Una vida que empiezas a construir cuando esa mano toca tu brazo, cuando las mismas melodías envuelven las casualidades por las que la vida decide coser a dos seres en uno solo. Y después vienen los sueños; que cuando uno cae en ellos es imposible resistirse a la tentación de no soñar despierta, lejos de almohadas y sábanas.
El recelo a la soledad es capaz de crear enormes monstruos en nuestra mente y desear unirnos a alguien para siempre. Eternamente. Y aquí es donde aparece la dependencia. Las ansias de abarcarlo todo, de saberse inmortal. Es como una droga pero ésta no destroza a quienes te rodean; te destruyen a ti. A veces te matan pero otras... te dan la vida.
Aquí estoy, te traigo mis cicatrices,
Ya pasó,
Soledad - Jorge Drexler
7 de febrero de 2007
Vértigo
4 de febrero de 2007
Mentir (me)
Sólo una imagen y decenas de colores que flotaban como hojas secas empujadas por el viento sin un sentido definido.
Estoy cansada de recrear aquello en mi mente, de falsear la realidad para perfilar sobre un espejo una sonrisa cuando me reflejo en él. Nada de eso ocurrió, no me subí a ninguna terraza porque en esta inmensa y monótona ciudad no existen; ¿o sí?
Me miento cada día al asomarme al mundo y ver que se oculta a mis ojos; siempre quiero pensar que está demasiado ocupado para bajar y sentarse a mi lado a escuchar mis miedo, mis temores. Otras veces pinto en el aire una terraza para que nadie llegue hasta ella y subo infinitas escaleras hacia el cielo para alcanzarla pero nunca llego. Los pasos entre la ilusión y la realidad tienen un principio pero no un fín.
LLueve y las gotas deshacen cada dulce empeño que sale de mis poros, todas ellas intentan mentirme a cada paso que doy, quieren nublarme la vista con imágenes que amenazan los recuerdos que encerré en miquebradiza memoria. Quiero intentar espantarlas. Agito los brazos con violencia como si intentara escapar de millones de motas de polvo asesinas pero todo es en vano.
Las frías y grises gotas de lluvia me aplastan contra el suelo, acortando mis ansias de volar y desplegar mi batería de sueños y balas que usé para atacar vagabundas almas. Sólo le pido una cosa antes de acabar pisoteada en medio de las aceras de Madrid: quiero que la lluvia se lleve todo el color y el agua se convierta en regueros multicolor que alcancen cada esquina para vaciar el dolor tranformándolo en besos dulces que hagan desaperecer la amargura de quién jamás besó con pasión y cerrando los ojos para envolverse en su sabor. Que haga desaparecer esa luz que tienes dentro; pero sobre todo que se lleve mi imaginación a los confines del mundo; no la necesito más:
[ no tengo una terraza
para echarla a volar... ]
29 de enero de 2007
Dispárame un te quiero
En los carteles arrancados de conciertos atrasados,
en los letreros de las tiendas que anuncian cese de negocio
y en los semáforos en rojo de carreteras desiertas.
Siempre veo enemigos en la sonrisa de la gente,
en callejones sin salida
o en una dirección prohibida.
Estoy cansada de fallarme,
estoy cansada de fallarte,
y empezaré muy pronto a odiarme
si no empiezo enseguida a amarte.
He facturado un te quiero
para que hoy viaje a tu encuentro,
para que llegue hasta tu puerta
solamente con lo puesto.
He facturado un deseo
a las caderas del cielo,
sólo cuando estoy contigo
siento que vuelvo a estar conmigo.
Que nos corten el teléfono, el gas, las luz y el agua;
y que amanezca una mañana cortado el mundo por impago,
que se desnude la despensa si vuelves tú a desnudarme,
que vuelva a no contar el tiempo si cuentas tú en cada instante.
Y tú dispárame un te quiero,
hazme el blanco del resto de tu vida
y pon tu nombre a mi corazón.
21 de enero de 2007
Volar
15 de enero de 2007
Mensajes en las botas
Ya no susurras palabras al oído
Y ya ves, algo está cambiando y no sé si es amor o ya no lo es...
Ya no me miras sin ver ningún pecado,
9 de enero de 2007
La estación
Te has anclado en la estación
7 de enero de 2007
Historias Pasadas (II)
[Continución y final de: Historias Pasadas (I)]
Una lágrima se asomaba a sus verdes ojos cuando aquél abrazo llegó a su fin. El silencio se acomodó entre ambas mientras que fuera la lluvia repiqueteaba en los cristales; al menos algo irrumpía esa sensación de que todo estaba en el aire, flotando.
Ella se sentó en el sofá dejando reposar todos sus temores e inclinó su cabeza con un gesto de cansancio mientras que yo deambulaba por el desván. Me apoyé en la pared y la observé detenidamente. Un mechón de pelo caía por su frente y su mirada estaba perdida navegando en inmensos mares sin islas dónde naufragar. Quise inundarla de preguntas y de reproches pero había algo dentro de mí que soñó tanto con ese momento que no quise estropearlo. No. Más no.
Me sentí débil e insignificante mientras hacía un fugaz repaso de todas aquellas noches en las que abrazaba mi almohada imaginando que era ella; otras, me sentaba al borde de mi cama y hablaba con el aire que me rodeaba creyendo, ilusa de mí, que al abrir mi ventana mis palabras no quedarían volando sobre nuestras diminutas cabezas sin un rumbo fijo, sino que irían ágiles a parar en sus oídos mientras ella dormía.
Cada una andaba perdida en sus difusos pensamientos cuando se rompió el silencio.
- Gracias por venir... - dijo ella mientras levantaba la cabeza y clavaba sus grandes ojos en mí.
Tantos, tantos años sin oír su voz hicieron temblar todos esos cimientos sobre los cuáles construí mi mundo sin ella. La dulce melodía que salió de su boca me cautivó y me hechizó tanto que incluso cerré los ojos intentando repetir ese momento; pero de tanto usar durante años aquel artificio de imaginación y recreación absoluta, éste terminó por deteriorarse.
Ella esperaba ansiosa una respuesta por mi parte pero lo único que hice fue agitar la cabeza como signo de aprobación. ¡Maldito orgullo! Me maldije por no saber controlar esa arrogancia de la que tanto pecaba años atrás; me mordí el labio inferior para no girtar y sacar todo el odio que poco a poco me iba consumiendo entre llamas de rencor e ira.
- Sé que ya no soy nadie para robarte tu tiempo de esta forma tan... como diría... ¿absurda? Sí, eso es, absurda. - se levantó del sofá y sacó algo de su pantalón. - Parece mentira que tenga treinta y nueve años, y quiera seguir enfrascada en juegos de crías, ¿verdad?
El tono sarcástico de sus últimas palabras avivaron aún más las llamas que me roían por dentro sacando a la luz todos esos reproches que intenté esconder tras miles de murallas.
- Echaba de menos ese humor negro con el que impregnas las palabras incluso en las situaciones más... ¿absurdas decías, no? - Intenté morderme la lengua y retroceder unos pasos, pero fue inútil. - No me estás robando el tiempo, me lo estás regalando. Durante estos años lo único que hice fue malgastar mis energías en batallas sin sentido entre mi cabeza y... los recuerdos; los tuyos, los nuestros... Si quieres jugar, juguemos; no tengo nada mejor que hacer, ya he perdido veintiún años, no importa perder unas horas más.
La claridad que la pequeña lámpara daba al desván iluminó un poco su verde mirada y un brillo nostálgico empañó sus ojos. Su cuerpo estaba rígido intentando nos sucumbir a sus deseos de derrumbarse y caer rendida al suelo a suplicar cientos de perdones y disculpas; pero una mueca de dolor e inseguridad se dibujó en su cara cuando me tendió algo que antes había sacado de un bolsillo del pantalón.
Estiré mi brazo y cogí aquel papel que me tendía, no sin antes rozar tímidamente su aterciopelda piel. Una leve sacudida recorrió mi espalda y me hizo cambiar de posición en el sofá. Una foto. ¿Qué tenía de especial? Me resultaba familiar ese lugar, sí... removí por todos los rinconces de mi memoria intentando encontrar por algún lugar algo que encendiera una pequeña chispa para dar con un recuerdo olvidado. De repente quise creer que aquella foto me mostraba esa casa que antaño fue el origen de todos nuestros temores; pero habían pasado tantos años que, inmediatamente, borré ese deseo de mi mente.
- Veo que al menos tú pudiste olvidar momentos de nuestra niñez; yo sigo viviendo con ellos, y de vez en cuando de ellos... me dan aliento para mantenerme viva cada día.
- No, te equivocas. Sé perfectamente qué lugar es ese; la casa en la que por primera vez en mi vida sentí cómo el miedo corría por mis venas. - La dureza de mi última frase causó un leve terremoto entre ambas y ella giró bruscamente su cabeza con intención de reprenderme.
- Pues sigue en pie. Cuando me marché - palabra que inyectó de furia mis ojos - no supe en qué lugar ocultarme. Pensé en venir aquí, pero era demasiado arriesgado, sabía que el primer lugar dónde vendrías a buscarme sería este; demasidos recuerdos de las dos confinados entre estas cuatro paredes.
Creí notar cierta burla en sus palabras. En ese momento maldije todas esas tardes en las que ambas nos confundíamos con la otra, éramos tan iguales... y ahora tan distintas que no sabía si atacarla con dardos envenenados o apaciguar mi interior. Opté por lo primero.
- Claro, y tenías que marcharte justo el día de mi dieciocho cumpleaños, robarme mis ilusiones de encontrarte al otro lado y... ¿por qué no? Huir cómo una cobarde. - Mis ojos se ahogaron entre mis saladas lágrimas y la voz poco a poco se me iba entrecortando. - Y ahora apareces años después, interrumpiendo la paz con la que llevaba conviviendo más de dos décadas, ¿por qué ahora, dime, por qué?
Sus ojos estaban abiertos de par en par, parecía sorprendida por la fortaleza con la que pronuncié aquello.
- ¿Paz? Tendría que haberlo supuesto; el transcurso del tiempo pasa para todos... incluso para los corazones que antes eran jóvenes e inexpertos. Imagino que tantos años cambian a una, sí... no tenía esto entre mis planes.
- ¿Qué planes? - Un gran signo de interrogación se dibujó en mi cara.
- ¿De verdad quieres que te responda? Mírate, toda una mujer; casada imagino, con una preciosa casa en el centro de la ciudad condal, como siempre soñaste, con un buen trabajo, con un luz extraña en tus ojos, ¿de felicidad? Sí, no lo dudo.
Llevo observándote un tiempo, apenas llevo aquí unas semanas, pero no fue nada fácil dar contigo. Volví a este desván y lo encontré destartalado; como siempre estaba... la mesa, las estanterías, las sillas... todo lleno de polvo. Ni rastro de tí. - De repente se calló y aproveché para hablar.
- Siempre llegas tarde, ¿no lo ves? Volviste a mi vida hace una semana sin apenas avisar, tu cobardía llegó a tales límites que escapaste y corriste calle abajo para que no te viera; pero ya no soy una estúpida adolescente.
- ¿Sabes cómo te encontré? Esperé que cumplieras ese sueño de ser periodista y compré todos los periódicos en ese quiosco donde de pequeñas comprábamos golosinas. Leí artículos, columnas y ¡zas!; ahí estaba tu nombre firmando un artículo. Llamé a la redacción del periódico, pero nadie pudo facilitarme tu dirección. Sólo me quedaba una cosa por hacer, esperarte en la puerta de tu trabajo.
- Sí, cumplí ese sueño; comprenderás que después de que te fueras y me arrancaras de cuajo algunos de ellos intentara hacer realidad al menos ese. - No podía cambiar ese tono de voz acusador con el que pronunciaba cada frase.
- Sé perfectamente lo que estás pensando, aunque no seas una estúpida adolescente como antes dijiste, aún tus ojos hablan por tí. Quieres saber por qué me fuí, ¿no es eso? - Una sonrisa burlona se dibujó en la cara.
- Claro que quiero saberlo, por eso estoy aquí.
- Bien - Titubeó levemente, se apoyó en la mesa y comenzó - Tuve miedo, se que pude escoger cualquier día para marcharme de aquí y desaparecer de tu vida pero elegí ese. Veinte minutos antes de las doce de la noche de aquel día, estaba sentada en el rellano de tu puerta, sientiendo el calor que salía por debajo, tarareando al otro lado la música que estabas escuchando... Quise llamar al timbre, llenarte de besos y de abrazos, ser valiente y mirarte a los ojos y decirte todo aquello que guardaba tan secretamente dentro de mí y que tan siquera tú fuiste capaz de advertir. Pero no puede, se que si abría la boca irremediablemente te separarías de mí.
- ¿Por qué iba yo a separarme de tí? Me parece absurdo que llegaras a pensar eso... ¿de verdad te fuiste por eso? Sabes que jamás te hubiera dejado sola, ¡si eras toda mi vida! - Quise decir más cosas pero un susurro suyo me hizo callar de repente.
- Yo no te quería como alguien quiere a una amiga. Yo te amaba, ¿sabes lo que significa eso? Llevaba meses luchando contra deseos prohibidos, estaba confundida. El dolor me hizo incluso llorar lágrimas de sangre... ¡entiéndeme! No pude ser valiente, jamás lo fuí.
Se levantó de la mesa en la que estaba apoyada y me dió la espalda.
- Otra vez tarde. Vienes tarde, dices las cosas tarde... ¿acertarás algún día?, ¿me dirás o harás algo a tiempo? - Me quería, pero eso era hace años, y yo... yo seguía enamorada de ella. - Si no eres valiente, ¿por qué has vuelto? - Me arrepentí de formular esa pregunta así, tan a la ligera; temí escuchar de sus labios que ya no me amaba.
- Demasiadas preguntas. He vuelto a por tí, sé que es tarde, que tendrás una preciosa familia que te estará esperando en casa siempre; pero sabes que yo estoy sola en este mundo. Tan solo me quedas tú. - Se acercó y me cogió por la cintura delicadamente.
Nuestros cuerpos estaban rozándose y no supe si aquel era el momento adecuado para dar rienda suelta a mis pasiones.
- Te equivocas, nadie me espera en casa, ni un marido, ni un hijo: nadie. - Ahora o nunca, esta era mi oportunidad para renunciar a mi falso orgullo. - Durante años me embriagué con el dulce olor de varios hombres, rocé sus pieles hasta la extenuación, besé desesperadamente labios creyendo que eran los tuyos, reposé mi cabeza en el pecho de hombres que llegaron a amarme como una mujer completa. Les miré con deseo intentando aplacar mis sentimientos hacia tí, abracé con fuerza y me perdí entre brazos protectores.... gasté demasiadas noches en camas ajenas. - Respiré hondo. - ¿Ahora me entiendes? No tenías que haberte marchado... ¿Es tarde?
Sus ojos desbordaban una alegría inmensa y se llenaron de lágrimas que empañaban sus verdes ojos. ¿Cómo explicar lo que ambas sentíamos en esos minutos interminables?, ¿cómo repimir los deseos de fundirnos en un solo ser?
- Nunca es tarde. Perdóname. - Bajó la cabeza avergonzada, un tímido rubor tintó sus delicadas mejillas.
- No hay nada que perdonar; el tiempo pone cada cosa en su lugar, tan solo debemos recuperar el tiempo perdido, compartir esas noches de lluvia y de tormenta que tanto he anhelado estos años. - Me acerqué a ella, sostuve su cabeza entre mis manos y susurré algo a su oído: - Te quiero... gracias por devolverme la vida.
En ese momento ella selló mis labios con un tierno beso, todo lo que nos rodeaba comenzaba a girar a gran velocidad, cientos de mariposas anidaban por mi cuerpo. Quise que el mundo frenara y poder conservar ese instante en mi frágil memoria durante mucho, mucho tiempo.
FIN