En alguna parte de mí hay un rincón que se alimenta del miedo. Del temor a estar sola y desdibujar mundos pintados a todo color. Todos nos hemos sentido así alguna vez. Pero estos días más que nunca.
Quizás esas noches en la cama, mirando a un oscuro techo y tapada con el edredón no son más que decenas de lágrimas que creen intuir una soledad al otro lado de la realidad. Y es que creo que no he nacido para estar sola en este mundo.
En un momento dado alguien te agarra del brazo cuando estás a la deriva; encontrando un lugar. Tu lugar. Y desde ese mismo instante crees, por dentro y en silencio, que le debes la vida. Una vida que empiezas a construir cuando esa mano toca tu brazo, cuando las mismas melodías envuelven las casualidades por las que la vida decide coser a dos seres en uno solo. Y después vienen los sueños; que cuando uno cae en ellos es imposible resistirse a la tentación de no soñar despierta, lejos de almohadas y sábanas.
El recelo a la soledad es capaz de crear enormes monstruos en nuestra mente y desear unirnos a alguien para siempre. Eternamente. Y aquí es donde aparece la dependencia. Las ansias de abarcarlo todo, de saberse inmortal. Es como una droga pero ésta no destroza a quienes te rodean; te destruyen a ti. A veces te matan pero otras... te dan la vida.
Quizás esas noches en la cama, mirando a un oscuro techo y tapada con el edredón no son más que decenas de lágrimas que creen intuir una soledad al otro lado de la realidad. Y es que creo que no he nacido para estar sola en este mundo.
En un momento dado alguien te agarra del brazo cuando estás a la deriva; encontrando un lugar. Tu lugar. Y desde ese mismo instante crees, por dentro y en silencio, que le debes la vida. Una vida que empiezas a construir cuando esa mano toca tu brazo, cuando las mismas melodías envuelven las casualidades por las que la vida decide coser a dos seres en uno solo. Y después vienen los sueños; que cuando uno cae en ellos es imposible resistirse a la tentación de no soñar despierta, lejos de almohadas y sábanas.
El recelo a la soledad es capaz de crear enormes monstruos en nuestra mente y desear unirnos a alguien para siempre. Eternamente. Y aquí es donde aparece la dependencia. Las ansias de abarcarlo todo, de saberse inmortal. Es como una droga pero ésta no destroza a quienes te rodean; te destruyen a ti. A veces te matan pero otras... te dan la vida.
Soledad, aquí están mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tú y yo
nos vayamos conociendo.
Aquí estoy, te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás en cada cosa que he callado.
Ya pasó,
ya he dejado que se empañe la ilusión
de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien cómo estar solo...
Soledad - Jorge Drexler
Click para escucharla: http://www.goear.com/listen.php?v=fc7957a
3 comentarios:
Y es que ya hace días que te visito y nunca te había dejado nada.
Soy nuevo de hoy.
Un saludo.
He aprendido a amar la soledad, porque al fin y al cabo no es sino una forma mas de vida, y ésta y no aquella es lo importante.
Un abrazo!
Hay veces que la soledad es la mejor compañía... Resulta irónico y todo...
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