28 de febrero de 2007

Planes

Hacer planes para nada, la mayoría se quedan en proyectos frustrados, en idílicas ideas abortadas que siempre parecen mejores que lo real, y sin embargo no podemos seguir adelante sin ellos, lanzarnos ciegos al vacío de los días para improvisar respuestas a preguntas desconocidas, porque sabemos que no seremos capaces de tomar decisiones apresuradas y nos sentimos indefensos sin el apoyo reconfortante de nuestros planes, siempre perfectos, siempre errados, en los que nada parece poder fallar, pero algo ocurre en algún momento que impide nuestros deseos, a veces otros se nos imponen desde fuera frustrando el futuro que creíamos perfectamente diseñado, otras ni siquiera nos damos cuenta, pasan los días y compruebas que todo aquello que ibas a hacer aguarda aún su turno, relegado a una oportunidad mejor que parece no llegar nunca, y el tiempo se acelera y comienzas a pensar que nada de lo que planeaste se cumplirá.

Así que me debato en la indecisión de planear el futuro o no, de arriesgarme a caminar desprovista de soluciones o de sentir el desencanto de ver cómo todo lo que imaginamos desaparece una vez más sumergido en las insondables aguas del mar del olvido.

25 de febrero de 2007

Como hablar

Como hablar, si cada parte de mi mente es tuya;
si no encuentro la palabra exacta, como hablar.
¿Cómo decirte que me has ganado poquito a poco?
Tú que llegarte por casualidad..


A veces te mataría y otras, en cambio, te quiero comer...

Hay melodías que se escuchan
en un momento exacto del día.
Anoche, dando vueltas ý buscando un sitio
por cualquier calle de Madrid,
sonó esta canción en la radio.
Cada uno cantó un trozo.
Cada frase hablaba por nosotros mismos.
Como hablar de casualidades en la vida
si tú eres la más grande.

22 de febrero de 2007

Soledad y dependencia

En alguna parte de mí hay un rincón que se alimenta del miedo. Del temor a estar sola y desdibujar mundos pintados a todo color. Todos nos hemos sentido así alguna vez. Pero estos días más que nunca.

Quizás esas noches en la cama, mirando a un oscuro techo y tapada con el edredón no son más que decenas de lágrimas que creen intuir una soledad al otro lado de la realidad. Y es que creo que no he nacido para estar sola en este mundo.

En un momento dado alguien te agarra del brazo cuando estás a la deriva; encontrando un lugar. Tu lugar. Y desde ese mismo instante crees, por dentro y en silencio, que le debes la vida. Una vida que empiezas a construir cuando esa mano toca tu brazo, cuando las mismas melodías envuelven las casualidades por las que la vida decide coser a dos seres en uno solo. Y después vienen los sueños; que cuando uno cae en ellos es imposible resistirse a la tentación de no soñar despierta, lejos de almohadas y sábanas.

El recelo a la soledad es capaz de crear enormes monstruos en nuestra mente y desear unirnos a alguien para siempre. Eternamente. Y aquí es donde aparece la dependencia. Las ansias de abarcarlo todo, de saberse inmortal. Es como una droga pero ésta no destroza a quienes te rodean; te destruyen a ti. A veces te matan pero otras... te dan la vida.


Soledad, aquí están mis credenciales,
vengo llamando a tu puerta
desde hace un tiempo,
creo que pasaremos juntos temporales,
propongo que tú y yo
nos vayamos conociendo.

Aquí estoy, te traigo mis cicatrices,
palabras sobre papel pentagramado,
no te fijes mucho en lo que dicen,
me encontrarás en cada cosa que he callado.

Ya pasó,
ya he dejado que se empañe la ilusión
de que vivir es indoloro.
Qué raro que seas tú quien me acompañe, soledad,
a mi, que nunca supe bien cómo estar solo...

Soledad - Jorge Drexler

7 de febrero de 2007

Vértigo

Y es que, a veces, hay canciones que giran y giran para alcanzar de lleno tus oídos y quedarse ahí para siempre.

[ y.ahora.cambiemos.el.mundo.
que.tú.ya.has.cambiado.el.mío. ]

Vértigo, que el mundo pare, que corto se me hace el viaje.
¿Me escucharás, me buscarás,
cuando me pierda y no señale el norte la estrella polar?

4 de febrero de 2007

Mentir (me)

Subida a tu terraza me planteo si será una ilusión.
No me lo creo.
¿Yo miro y tú te escondes
hacia dentro cerrando aquel portón?

Fue la imaginación quién marcó a fuego en mi piel aquel instante; una luz fantasmagórica en medio de millones de gotas de agua que desgarraban Madrid en jirones de locura.
Sólo una imagen y decenas de colores que flotaban como hojas secas empujadas por el viento sin un sentido definido.

Estoy cansada de recrear aquello en mi mente, de falsear la realidad para perfilar sobre un espejo una sonrisa cuando me reflejo en él. Nada de eso ocurrió, no me subí a ninguna terraza porque en esta inmensa y monótona ciudad no existen; ¿o sí?
Miro hacia arriba y sólo encuentro edificios que se imponen en medio de un cielo que cada día está más lejos de mis pies; que no aguarda mi cabeza porque algo le arrebató ese poder tan preciado. ¿Qué me queda entonces? Ilusiones fabricadas de cosas imposibles.

Me miento cada día al asomarme al mundo y ver que se oculta a mis ojos; siempre quiero pensar que está demasiado ocupado para bajar y sentarse a mi lado a escuchar mis miedo, mis temores. Otras veces pinto en el aire una terraza para que nadie llegue hasta ella y subo infinitas escaleras hacia el cielo para alcanzarla pero nunca llego. Los pasos entre la ilusión y la realidad tienen un principio pero no un fín.

LLueve y las gotas deshacen cada dulce empeño que sale de mis poros, todas ellas intentan mentirme a cada paso que doy, quieren nublarme la vista con imágenes que amenazan los recuerdos que encerré en miquebradiza memoria. Quiero intentar espantarlas. Agito los brazos con violencia como si intentara escapar de millones de motas de polvo asesinas pero todo es en vano.

Las frías y grises gotas de lluvia me aplastan contra el suelo, acortando mis ansias de volar y desplegar mi batería de sueños y balas que usé para atacar vagabundas almas. Sólo le pido una cosa antes de acabar pisoteada en medio de las aceras de Madrid: quiero que la lluvia se lleve todo el color y el agua se convierta en regueros multicolor que alcancen cada esquina para vaciar el dolor tranformándolo en besos dulces que hagan desaperecer la amargura de quién jamás besó con pasión y cerrando los ojos para envolverse en su sabor. Que haga desaparecer esa luz que tienes dentro; pero sobre todo que se lleve mi imaginación a los confines del mundo; no la necesito más:

[ no tengo una terraza

para echarla a volar... ]